En una tarde de lluvia, mi camara, en modo ráfaga, logró capturar esta foto.
sábado, 20 de marzo de 2010
domingo, 28 de febrero de 2010
Duda
De las exacerbaciones oníricas.
El horizonte, limpio y claro,
amenaza cosas indistinguibles sobre mí.
Yo, distante, observo y genero la incertidumbre.
Más acá las cosas parecen familiares,
como extraídas de mi conciencia.
Una duda -diferente de la incertidumbre-
alborotada a mi costado, me perturba.
Ha estado allí presente desde hace poco.
El claro tornasol del horizonte se transforma,
el espacio se reduce y la habitación aparece.
Una mujer platica conmigo amenamente.
Por detrás, una sombra se inmiscuye en la conversa,
poco a poco la violenta y yo, que correspondo a su acto.
La discusión es retroalimentada con mis propias respuestas,
inconclusas, cíclicas, pedantes en su misma formulación.
Y me doy cuenta que discuto conmigo mismo,
pues la mujer -que ya no es la misma- responde como yo.
Discutimos, o discuto, sobra la duda,
que ha vuelto a aparecer exactamente igual,
aunque ahora, crece con cada palabra del monólogo.
Luego, todo cambia: las cosas frecuentes aparecen,
Y estoy repitiendo la monotonía del quehacer diario,
volviendo a hacer las cosas que he estado haciendo,
antes necesarias ahora abrumantes, siempre persistentes.
Pero antes me ocupaba en hacerlas, ahora no,
ahora, es todo mecánico, trivial y natural.
Por eso ahora me ocupo también en pensar,
y es que estos pensamientos tienen un cauce propio,
violento, impredecible, irreversible e indomable,
producto de la analítica inestabilidad mental que me engulle.
Y es que maldita sea! …llegan a atormentar.
Quiero arrancar mis cabellos,
y arrancar consigo mis pensamientos,
cáncer de la duda simple, original, inocente,
punto partida del camino natural de la comprensión.
Quiero borrar cualquier avance infructífero
que carcome sutilmente mi tranquilidad.
Y resolver la duda, que nunca deseé
pero no puedo ignorar.
Porque no somos dueños de nuestros corazones,
y porque no puede nadie en su vana autoprotección
incidir de manera alguna en contra de los sentimientos.
Sino que sólo somos dueños de nuestras acciones,
que si pueden incidir en los sentimientos ajenos.
Y es cuando me doy cuenta,
que la incertidumbre era un reflejo adelantado
del escrutinio onírico de la duda,
y que no es aquí donde tiene lugar su perspicacia.
El horizonte, limpio y claro,
amenaza cosas indistinguibles sobre mí.
Yo, distante, observo y genero la incertidumbre.
Más acá las cosas parecen familiares,
como extraídas de mi conciencia.
Una duda -diferente de la incertidumbre-
alborotada a mi costado, me perturba.
Ha estado allí presente desde hace poco.
El claro tornasol del horizonte se transforma,
el espacio se reduce y la habitación aparece.
Una mujer platica conmigo amenamente.
Por detrás, una sombra se inmiscuye en la conversa,
poco a poco la violenta y yo, que correspondo a su acto.
La discusión es retroalimentada con mis propias respuestas,
inconclusas, cíclicas, pedantes en su misma formulación.
Y me doy cuenta que discuto conmigo mismo,
pues la mujer -que ya no es la misma- responde como yo.
Discutimos, o discuto, sobra la duda,
que ha vuelto a aparecer exactamente igual,
aunque ahora, crece con cada palabra del monólogo.
Luego, todo cambia: las cosas frecuentes aparecen,
Y estoy repitiendo la monotonía del quehacer diario,
volviendo a hacer las cosas que he estado haciendo,
antes necesarias ahora abrumantes, siempre persistentes.
Pero antes me ocupaba en hacerlas, ahora no,
ahora, es todo mecánico, trivial y natural.
Por eso ahora me ocupo también en pensar,
y es que estos pensamientos tienen un cauce propio,
violento, impredecible, irreversible e indomable,
producto de la analítica inestabilidad mental que me engulle.
Y es que maldita sea! …llegan a atormentar.
Quiero arrancar mis cabellos,
y arrancar consigo mis pensamientos,
cáncer de la duda simple, original, inocente,
punto partida del camino natural de la comprensión.
Quiero borrar cualquier avance infructífero
que carcome sutilmente mi tranquilidad.
Y resolver la duda, que nunca deseé
pero no puedo ignorar.
Porque no somos dueños de nuestros corazones,
y porque no puede nadie en su vana autoprotección
incidir de manera alguna en contra de los sentimientos.
Sino que sólo somos dueños de nuestras acciones,
que si pueden incidir en los sentimientos ajenos.
Y es cuando me doy cuenta,
que la incertidumbre era un reflejo adelantado
del escrutinio onírico de la duda,
y que no es aquí donde tiene lugar su perspicacia.
Febrero de 2008
Labels:
cuento,
de las exacerbaciones oníricas,
escrito
El vampiro enanorado en su castillo
Un siniestro bohemio de capa negra yace en su regazo respaldado en un fino ajuar de terciopelo rojo escarlata, su mortecino rostro es iluminado por una débil y fatua luz que emana la ajada hoguera de la estancia, sostiene una copa de vino tinto que zarandea exquisitamente sin tomar un sorbo: hace rato que se olvido de la copa... Su pálida cara, su ceño fruncido, sus ojos clavados en un puntos perdido de la pared, su cuerpo inmóvil carente de vida y calor, su alma melancólica ayunada y su mente extraviada y separada de todo su cuerpo, revelan la intransigente decepción mustia existente en sus pensamientos, acongojada por la incertidumbre del fracaso e incapacitada de remediar el dolor que consume todo su ser: hace rato que se olvido de si mismo...
En la inmensa y oscura habitación he una interminable estantería repleta de libros y pergaminos umbríos que nadie entiende, una cantidad de patibularios objetos de alguna magia negra atiborran el recinto, una mohína chimenea prendida apunto de extinguirse aún refleja la sombra del malévolo sujeto adolorido, la leña termina por consumirse y el individuo se interna en una oscuridad absoluta: hace rato que se olvido de la chimenea...
Y entonces recuerda aquella taciturna noche, en la que deambulaba como todas las noches buscando victimas, a las que sigilosamente sorprendía por la espalda y clavaba sus largos colmillos por el espinazo del cuello consumiendo toda su sangre, en esa noche cuando terminaba su rutina encontró una ultima victima, una hermosa joven de cabellera larga que entonaba un melodioso canto y que paralizó a la maligna criatura haciéndole perder su vil juicio: hace rato que se olvido de quien era...
Se sintió tan intrigado por esa doncella que inconsciente e inocentemente fue atraído hasta su lugar, perplejo por su belleza no podía moverse ni pronunciar una sola palabra, el silencio los dominó por un instante, cuando la joven interrumpió el silencio diciéndole -¿qué hace señor vampiro, no sabe acaso usted que la noche está por despedirse y la luz está pronta a llegar?-: hace rato que se olvido del tiempo...
La mohína criatura nunca había presenciado tanta tranquilidad, tanta inocencia dispersa entre tanta majestuosa plenitud, esas inquebrantables palabras detuvieron aún más al estupefacto vampiro quien tuvo la necesidad de regresar a la realidad y volver apresuradamente a su tenebrosa mansión abandonando a la hermosa dama sin proferir un gemido como si hubiera sido replicado y expulsado por un ser superior: hace rato que se olvido de su maldad...
Intrigado, dudoso, sorprendido, dominado, sumido, controlado, decepcionado, traicionado, perturbado, vulnerable, obstruido, muerto, vivo, al fin... enamorado, se sirvió vino tinto y se sentó en un alto sillón escarlata a meditar su locura, la locura de pensar que un vampiro pueda amar naturalmente a un ser humano, se sentó a esperar que algo acabe con su ya inservible vida: el tiempo, el hambre, el frío, la desventura, el azar, la soledad o quizás el dolor: hace rato que se olvido de vivir...
En la inmensa y oscura habitación he una interminable estantería repleta de libros y pergaminos umbríos que nadie entiende, una cantidad de patibularios objetos de alguna magia negra atiborran el recinto, una mohína chimenea prendida apunto de extinguirse aún refleja la sombra del malévolo sujeto adolorido, la leña termina por consumirse y el individuo se interna en una oscuridad absoluta: hace rato que se olvido de la chimenea...
Y entonces recuerda aquella taciturna noche, en la que deambulaba como todas las noches buscando victimas, a las que sigilosamente sorprendía por la espalda y clavaba sus largos colmillos por el espinazo del cuello consumiendo toda su sangre, en esa noche cuando terminaba su rutina encontró una ultima victima, una hermosa joven de cabellera larga que entonaba un melodioso canto y que paralizó a la maligna criatura haciéndole perder su vil juicio: hace rato que se olvido de quien era...
Se sintió tan intrigado por esa doncella que inconsciente e inocentemente fue atraído hasta su lugar, perplejo por su belleza no podía moverse ni pronunciar una sola palabra, el silencio los dominó por un instante, cuando la joven interrumpió el silencio diciéndole -¿qué hace señor vampiro, no sabe acaso usted que la noche está por despedirse y la luz está pronta a llegar?-: hace rato que se olvido del tiempo...
La mohína criatura nunca había presenciado tanta tranquilidad, tanta inocencia dispersa entre tanta majestuosa plenitud, esas inquebrantables palabras detuvieron aún más al estupefacto vampiro quien tuvo la necesidad de regresar a la realidad y volver apresuradamente a su tenebrosa mansión abandonando a la hermosa dama sin proferir un gemido como si hubiera sido replicado y expulsado por un ser superior: hace rato que se olvido de su maldad...
Intrigado, dudoso, sorprendido, dominado, sumido, controlado, decepcionado, traicionado, perturbado, vulnerable, obstruido, muerto, vivo, al fin... enamorado, se sirvió vino tinto y se sentó en un alto sillón escarlata a meditar su locura, la locura de pensar que un vampiro pueda amar naturalmente a un ser humano, se sentó a esperar que algo acabe con su ya inservible vida: el tiempo, el hambre, el frío, la desventura, el azar, la soledad o quizás el dolor: hace rato que se olvido de vivir...
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